Estas galletas no existirían si no se hubiese celebrado una boda, la de Cris y Agus, una encantadora pareja, que se casó el 1 de septiembre y que estoy convencida será muy feliz.
Cuando recibí el encargo de hacerlas, la verdad es que me preocupé un poco, pues me pareció una gran responsabilidad. Las galletas iban a ser una sorpresa, en cuanto a su diseño, por lo que el riesgo de hacer algo que no les gustase, era más grande.
Hacía ya algún tiempo que descubrí el encaje de azúcar de SugarVeil y desde el momento que lo ví, supe que tenía que hacerme con él y qué mejor ocasión que ésta para probarlo.
Claro que como todas las novedades, también es un riesgo probar por primera vez y para una ocasión tan especial, algo que no has utilizado nunca.
Todo el mundo sabe que es mejor no experimentar algo nuevo cuando tienes invitados, sino que es preferible realizar lo que ya conoces y sepas que te sale bien. Más que nada para evitar imprevistos.
Pues bien, eso no suele funcionar conmigo. Irremediablemente hago lo contrario una y otra vez y luego tengo que discurrir soluciones sobre la marcha para apagar los fuegos que van surgiendo. Eso sí, también diré que la necesidad de hacerlo bien, hace que te esfuerces el doble y aprendas a marchas forzadas.
En esta ocasión tengo que confesar que, salvo la masa de las galletas, (cuya fantástica y deliciosa receta podéis encontrar
aquí), con el resto de los materiales, tenia poca o ninguna experiencia.
Si habéis visto otras galletas mías, suelo usar fondant para decorarlas, pues me parece mucho más cómodo y fácil, ya que apenas he experimentado con la glasa, salvo para unas galletas de navidad (siempre me da pereza). Es decir, que no recordaba a ciencia cierta cuál era la textura idónea para el outlining (delineado) ni cual la mejor para el flooding (relleno interior del delineado).
El primer problema con el que me encontré, fue la cantidad de galletas: 200. Siempre hay que hacer alguna más por lo que pueda pasar. Para empezar, no sabía ni cuando tenía que ponerme a prepararlas: si empezaba muy pronto, igual se estropeaban o se ponían duras (horror!) y si esperaba mucho igual no me daba tiempo... Es difícil planificar un proyecto que consta de varias fases, cuando ignoras cuanto tiempo debes emplear en cada una de ellas.
A todo esto, el tiempo en Madrid se puso en mi contra, con los días más calurosos de todos los tiempos, así que me imaginé que mi cocina estaba en el Caribe, sin aire acondicionado y listo.
Una vez horneadas todas las galletas (en varias tandas en distintos días), empecé a experimentar con la glasa. Gracias a los sabios consejos de los que tenéis más experiencia, me hice con dos recetas que recomiendo ciegamente y que pongo en los ingredientes: la primera de
SweetSugarBelle y la segunda de
mensajeenunagalleta.
Utilicé ambas, la de SugarBelle para el círculo de color verde aguamarina que cubre la galleta y la de mensajeenunagalleta para dibujar la flor de lavanda. Realmente lo hice para ver la diferencia y cualquiera de las dos sirve para todo. Solo difieren en que utilizan aparentemente diferentes ingredientes pero que finalmente resultan ser los mismos. Lo explicaré en la elaboración de la glasa.
El remate de las bolitas, que queda muy resultón para una boda, lo utilicé para suplir mi inexperiencia con la manga, pues si tuviese la de SugarBelle, habría hecho un precioso remate con glasa blanca y me habría evitado pegar, de una en una, 11.600 bolitas aproximadamente. Sí, habéis leído bien. Y no, no las conté. El conocimiento del número se lo debo a mi amiga Elvira, que como buenísima contable, enseguida me puso al día de las bolitas que tendría que poner: naturalmente cuando le dije que eran unas 58 o 60 por galleta y me hizo el cálculo, entré en pánico, no tanto por el trabajo que supondría, sino por si tendría suficientes, pues me había llevado todo el stock de la tienda y en agosto con todo cerrado y sin tiempo ya para hacer pedidos por internet, me vería obligada a usar la manga y vete tú a saber qué podría salirme.
En cuanto al encaje, como no, también me ocurrió de todo. Como he dicho antes, está hecho con
SugarVeil y claro está, fui a elegir uno de los modelos más finos y delicados. En el vídeo explicativo, como suele ocurrir en todos los vídeos, todo es facilísimo, pero luego las circunstancias de cada uno, son diferentes.
¿Y cuales fueron las mías? Pues creo que sin duda, la grandísima sequedad del clima de Madrid. Cuando se despega es una lámina flexible (si consigues despegarlo sin que se te rompa, claro). El problema está en que al poco tiempo se seca tanto que se convierte en la lámina más fina y quebradiza que he manejado nunca. Cortar los círculos sin romperlos, era poco menos que imposible. Si conseguías cortarlos, igual se rompían a la mínima al manipularlos antes de conseguir ponerlos sobre la glasa. Intenté en una ocasión poner el ventilador flojito y bueno, con la fuerza del viento, salían volando y el que tenía en la mano se partió en un instante, en fin una odisea. Por otra parte, también hay que tener cuidado al colocarlos sobre la glasa. Si está muy húmeda, el encaje se disuelve y si está muy seca, como la galleta con la glasa no es totalmente plana, no se puede pegar y al intentar apretarlo un poquito se rompe ... De nuevo ensayo-error-ensayo-acierto.
Y por último el miedo a estropear las galletas en el detalle final de hacer las flores de lavanda. En mi vida he dibujado nada con manga y encima era el detalle que más se iba a ver.
Pues mira por donde, lo que más miedo me daba, fue lo que me resulto más fácil y divertido. Cogía una tanda de 24 (que son las que me cabían en la bandeja de un carrito que tengo) y les pintaba la ramita verde y luego volvía a la primera y hacía las bolitas moradas hasta formar la lavanda. Tengo que decir en este punto, que tuve la inmensa suerte de dar con la consistencia adecuada de la glasa, porque si no, no me habrían salido. De hecho en los ensayos previos me quedaron bastante peor. Por cierto, se dio la coincidencia de que los novios adornaron las mesas con lavanda, ¡qué casualidad y qué suerte la mía!
Para terminar, a pegar bolitas. Tampoco sabía muy bien con qué hacerlo, ni como iba a funcionar. Pánico de nuevo al pensar que igual se despegaban al envasarlas y todo el trabajo para nada. Pero también tuve suerte y aguantaron bastante bien. Utilicé sirope de maíz Karo, pincelando el círculo con un poquito de sirope y luego pegando las bolitas, a veces de una en una, y a veces conseguía coger cuatro incluso seis de una vez (las menos, claro).
Elaboración de la glasa real:
- Añadir los ingredientes secos primero. Utilizar las barillas para mezclar el azúcar y el polvo de merengue.
- Añadir el extracto (en mi caso de vainilla) al agua caliente y echarlo lentamente sobre el azúcar sin dejar de batir. Al principio parecerá muy líquido.
- Continuar batiendo a velocidad media alta hasta conseguir picos suaves y a punto de nieve, aproximadamente unos 7 - 10 minutos. Los tiempos son aproximados.
- Hay que procurar no excederse en el batido y tener la precaución de no utilizar extractos que contengan aceites, pues la grasa es enemiga de la glasa.
- La glasa se conserva muy bien, al menos un mes, en la nevera, pero también a temperatura ambiente.
La consistencia inicial de ambas es apta para delineado, para una consistencia más fluida, añadir agua muy poco a poco, incluso con un pulverizador, hasta obtener la deseada.
La diferencia entre las dos recetas es que una lleva azúcar y polvo de merengue y la segunda lleva azúcar, albúmina y cremor tártaro. Es lo mismo, puesto que el polvo de merengue está formado de albúmina y cremor tártaro. Todo depende de lo que tengas en casa y te resulte más cómodo.
No me extiendo más en explicarlo, pues ambas recetas están en los enlaces.
En cuanto al envasado, también quedó precioso. Las fotos son del móvil, pero sirven para hacerse una idea. El diseño de la tarjeta y el círculo de ingredientes corrió a cargo de
Le Papillon Gris, así como las fotos de esta entrada, como siempre (salvo las combinadas que son mías). También decidimos juntas el diseño final de la galleta.
Las galletas se envasaron individualmente en una bolsita de celofán y esta se metió dentro de una bolsita de organza de color marfil y fruncida con una cinta del mismo color, a la que se añadió una cinta de color aguamarina para sujetar las tarjetas y se remató con una pequeña flor artificial.
Y este fué el resultado final. Espero que os hayan gustado tanto como a los novios y a los invitados. Ha sido una bonita experiencia y he disfrutado mucho haciéndolas.
Cris y Agus, gracias por confiar en este gran proyecto, con el que he aprendido un montón!!